UN GATO CON OJOS DE PLATA. Catálogo virtual.
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(Pido el pez y el taladro) Tal como soy
Soy un hombre fuerte,
de cuerpo y de historia.
Bello como estrella que fulge
en la mirada y en la saliva amarga.
Dulce mi voz de amapola
y mi sudor de roble.
Soy un hombre resentido
contra el tiempo y los bosques.
Violento con mis puños
y con mi soledad austera.
Blasfemo
con la grosería de los pantanos
y el desprecio del corazón.
Obsceno en las noches oscuras
de virilidad y poesía.
(Pido el pez y el taladro) Homenaje a los maestros librepensadores
Terminada la guerra fascista
contra el gobierno de la segunda república española,
los representantes de la ortodoxia cristiana asesinaron,
en algunos casos con sus propias pistolas,
y en muchos otros,
señalando con sus índices putrefactos,
a muchos maestros librepensadores.
(Pido el pez y el taladro) Pido la paz y la palabra (Blas de Otero)
Pero no una paz de olvido e ignorancia,
no una palabra de orden y propaganda.
No una paz eterna e inamovible,
ni una palabra que limpie, fije y dé esplendor.
No una paz para votar contra moros, maricas y sudacas,
ni una palabra de quienes siempre quieren censurarla.
No una paz sin historia ni memoria,
ni una palabra de paciencia y resignación.
No una paz inculcada en las escuelas,
ni una palabra para conculcar al profesor.
No una paz,
un pez que triture anzuelos
y se los escupa al pescador.
No una palabra,
un taladro que abra respiraderos de poesía
en los cerebros calcificados
y en los sueños de la razón.
(Pido el pez y el taladro) La noche amarga
Escupo sobre tu pecho de náufrago
anegando un banco de algas
mientras cierras humilde los ojos
y aprietas estoico la mandíbula
con sudor y escamas,
intentando ignorar mi ofensiva descarga.
Escupo con sangre
contra tus pectorales de acero
que despliegas con poder marcial,
pulmones de fuego,
corazón, latidos que dañan los oídos,
yunque de explosión y miedo.
Escupo con sables y escarcha,
saliva que hiere tu esternón, tu soledad.
Tu nariz intenta inspirar más oxígeno
pero solo encuentra invierno
y con un bostezo sin luz
despiertas en la noche amarga.
(Pido el pez y el taladro) Al alba
Sigo golpeando tu rostro de cadmio,
de luz, de viento, de albatros
y ya sangran con desgarro mis nudillos.
No gritas, no lloras, no protestas
y sigo maltratando tu belleza
sin lunas, sin paz, sin reflejos.
Tu mirada no me inspira compasión,
no te cubres, no te defiendes
ni retrocedes, ni alzas tu brazo contra dios.
Destruyo sin corazón tu coraje
de mar, de abrigo, de paciencia,
de silencio extraviado.
De tu nariz partida
brota un rayo de sangre,
recorre tus labios de estaño
y tu viril mentón de barco.
Y un último puñetazo al alba
consigue despertar tu voz:
“Amigo, dame agua”,
(Pido el pez y el taladro) Si tú me dices ven
Ya soy viejo y voy perdiendo el instinto,
canto con mi voz de amapola
dejándome libar por agresivos monstruos de cine
y obscenas mariposas, color de almendras.
He envejecido deprisa y sin apegos,
ya soy viejo y la memoria triste
-nunca fue alegre aún de joven-
dejo neuronas por la esquinas
cuando salgo de casa
y se las comen los mendigos.
Habré perdido muchos años en alguna apuesta
o tal vez los haya guardado no recuerdo donde,
ya soy viejo y mi deseo es una historia vacía,
sin inviernos, sin espejos, sin caprichos ni miedos.
Camino con paso indeciso,
la mano sin pulso,
el corazón, una antorcha de alquitrán
sin escrúpulos, sin vicios.
Soy viejo, soy muy, muy viejo
pero si tú, si tú me dices ven,
me prendo fuego.